viernes, 26 de septiembre de 2008
La ventaja de ser nuevo
No sé si porque siempre que he llegado a un trabajo nuevo he ido con la mentalidad de ser algo temporal, o simplemente porque me gusta analizar a los demás, cada vez me cuesta más acercarme a mis compañeros de trabajo. La mayor parte de ellos me aburren. Y me aburre la manera que tienen de prejuzgar a la gente nueva (tanta suspicacia a veces me pone un poco de los nervios).
Imagino que tal vez, dentro de dos o tres meses, puede que incluso un par de ellos me caigan bien. Con los años me voy volviendo más asocial. Y también más intransigente.
viernes, 19 de septiembre de 2008
La loca de mi trabajo
Gema está sentada en el cuarto de la máquina de café, comiendose un sandwich de pavo. Me siento con ella y me cuenta cómo su anterior jefa se divertía manipulando a todas sus trabajadoras para que se diesen puñaladas traperas unas a las otras, y cómo después victimizaba preguntándose por qué todo el mundo pensaba que era mala persona. La loca de mi trabajo se acerca a nosotros. Nos mira fijamente, en silencio. Me llama la atención su ajustado traje rojo, el color gastado de sus labios (probablemente se lo había retocado hacía poco, después de haberse pasado tres horas pasando la lengua por ellos; aparentemente no había podido resistir hacerlo una vez más). ¿Cuándo empieza la fiesta?, pregunta. ¿Qué fiesta? Le respondo yo (últimamente me encuentro hablando con más gente loca que cuerda, no sé por qué, y les sigo la conversación a todos). Ella se gira y mira unos pasteles sobre una de las mesas. Yo no había reparado en ellos al entrar. Gema se ha atragantado con el sandwich. No lo sé, yo acabo de llegar ahora mismo y no tenía ni idea de que alguien estuviese de celebración. La loca de mi trabajo sonríe y se mordisquea el labio inferior. Después balbucea algo ininteligible. Gema y yo nos miramos. Me voy a fumar un cigarro, si me necesitáis para algo, estoy abajo. Y se va.
Volví una hora después y ya no quedaban pasteles. Probablemente se los comió todos ella, cuando nadie miraba. No la he vuelto a ver. Quizás no era agente de Wintherthur y simplemente estaba desorientada. O quizás, tras comerse los pasteles y sentir culpabilidad, cogió el puente aéreo de vuelta a Barcelona y se encerró en su habitación, hasta terminar la digestión de su pecado. O se fue en busca de más sobres donde ir metiendo el resto de sus dientes que fuesen cayendo.
De vez en cuando miro a ver si hay más pasteles y los está rondando, porque al menos abajo, fumando, no hay rastro de ella.
martes, 19 de agosto de 2008
Celos, ropa, y un paseo calle abajo
Yo estoy sentado frente a mi ordenador, con un cuaderno sobre el teclado tomando apuntes y un libro sobre mis rodillas (como siempre), cuando los gritos entran a través de la ventana. Intento concentrarme en mi tarea e ignorarlos, pero me es complicado. No les veo las caras, sólo de barbilla para abajo. Él agita los brazos violentamente, mientras ella se los lleva, imagino, a la cara, y su cuerpo convulsiona en estallido de lágrimas. El ruido de los coches no me deja escuchar qué dicen, pero en un momento en que se hace silencio total en la calle estas dos frases llegan hasta mis oídos.
Por la noche veo Closer, y decido que la chica de la ventana es como Alice, el personaje de Natalie Portman. Y me la imagino caminando calle abajo por la Gran Vía, hacia plaza de España, como cuando Alice (o Jane), al final de la película, camina calle abajo hacia West 47th St., marcando pechos en una camiseta de tirantes blanca y con la tira del sujetador cayéndole sobre el hombro. Todos los que pasan por delante de ella se giran para observarla.
Aunque yo no soy de los que creen que ninguna mujer, o ningún hombre, se vistan para provocar. El efecto de la ropa en realidad es curioso, pues te hace sentir más o menos atractivo según cómo la combines; pero la lascivia está en el que mira, y los celos, independientemente de lo que uno u otro vista, son parte de uno mismo.
jueves, 14 de agosto de 2008
Tiempo gastado
a. No tengo casi amigos.
b. Los pocos amigos que tengo tienen una vida.
Así que me vuelvo a meter el teléfono en el bolsillo, bebo mi café en cortos tragos para estirarlo, y mientras sigo quemando el tiempo hasta la hora de la cita.
viernes, 1 de agosto de 2008
Viernes de cenas
Nos sentaron entre otras dos mesas en las que se sentaban otras dos parejas. A nuestra izquierda, una pareja homosexual debatía sobre si las playas de Cancún eran mejores que las de Punta Cana. Aburrido. Mi atención, por tanto, se centró en la que teníamos a la derecha: una chica peruana, de unos veintitantos, y su acompañante, un treintañero pijo. Mientras esperábamos a que nos trajesen los platos (y he de reconocer que durante la cena, y en los momentos en que bien por hambre, o porque nos quedábamos sin nada que decir, callábamos) atentamente escuché su conversación.
La chica había llegado a Madrid por medio de una beca de su universidad, en Lima. Allí, según ella le contaba, cualquiera no puede alcanzar los estudios superiores. Sólo la gente adinerada podía asegurarse el acceso. Ella aseguraba no ser rica, ni mucho menos; gracias a su dedicación, e imagino que también a su buena suerte, había podido conseguir una beca que le había permitido el ingreso en la universidad. Las cosas allí son bastante complicadas, y más si como ella, uno decidía dedicarse al arte. Sus padres hubiesen preferido que estudiara ingeniería, o medicina. Pero ella se había rebelado y había terminado haciendo lo que más le gustaba: estudiar bellas artes para pintar cuadros.
La conversación se me iba y venía entre platos de comida y la sonrisa de Sergio. La siguiente vez que escuché la chica le contaba a su acompañante cómo Lima se había transformado en los últimos años en un centro multicultural, gracias a la inmigración norteamericana, canadiense y alemana. Aseguraba que era una ciudad totalmente cosmopolita.
La pareja gay pidió la cuenta y se fueron rápidamente de allí, imagino que a un hotel. La chica peruana seguía debatiendo sobre si le gustaba más la forma de vida limeña o sobre si en Madrid se sentía sola porque no conocía a mucha gente. El chico intentaba consolarla, supongo que con expectativas de postre (y no precisamente un eish saraya, sino otro mucho más preciado y que no venía en la carta del menú). Pidieron la cuenta y al poco se marcharon.
Cuando ya se hubieron ido, mientras esperábamos nosotros para pagar, le conté a Sergio todo lo que había escuchado. Estuvimos especulando sobre ellos, y después, como estábamos llenos, y como también solemos hacer cuando vamos a cenar fuera, nos fuímos paseando hacia su casa, bajando por la carrera de San Jerónimo hasta el paseo del Prado, y desde allí hasta su piso chocando los hombros.
miércoles, 23 de julio de 2008
Se cuidan perros en verano
jueves, 17 de julio de 2008
Soledad, Dios y un cáncer
Yo, que soy ateo, envidio la fuerza con que Soledad ha asimilado este duro golpe. Aunque a veces pueda llegar a pensar, escuchando su confesión, que únicamente es una fanática, el simple hecho de tener la capacidad de transformar el dolor en esperanza me hace admirarla y desear que ojalá Soledad se encuentre con lo que ella quiere al final del camino.
viernes, 27 de junio de 2008
Leve batir de sábanas
El batir de las sábanas colgadas en el tendedero frente a mi ventana me devuelve a la realidad. El calor me hace sentirme frustrado. Me intento librar de un sudor que no se va. Coloco mi cara frente al ventilador, el aire se mueve en todas direcciones estampándose contra mi rostro, pero al alejarme de él nuevamente vuelvo a estar empapado. Decido salir a dar una vuelta, a tomar el fresco, pero fuera no hay fresco alguno. Estalla una terrible tormenta que hace agitarse las ramas de los árboles, y termino calado hasta los huesos, insignificante frente a la magnitud de la tempestad. Me siento más mierda que antes. Así que vuelvo a casa, me quito la ropa mojada y seco mi pelo. de nuevo me siento frente al ordenador, con el procesador de textos abierto y golpeando el tabulador de forma plana con un dedo. Con el libro de crítica sobre mis piernas y el cuaderno viejo sobre el teclado. Con el quejido seco del ordenador y el gato que asoma entre los cristales. Y de nuevo, el batir de las sábanas colocadas sobre el tendedero frente a mi ventana me devuelve a la realidad.
jueves, 26 de junio de 2008
Piso maldito
Una tarde, después de comer, nos encontrábamos paseando por la zona de Delicias, cuando vimos el anuncio de uno en un portal y decidimos llamar. De entrada ya íbamos con la idea de que no se ajustaba a lo que buscábamos, pero últimamente la visita a pisos ajenos se había convertido para nosotros en una nueva afición, y era una forma como otra cualquiera de pasar el rato. Nos recibió en la puerta un chico de unos treinta y tantos, con las gafas sucias y algo calvo. Vestía formal, con naúticos, pantalón de pinza y polo Ralph Lauren. Invitándonos a pasar al interior comenzó a mostrarnos las dependencias de la casa. El piso no nos gustaba nada, estaba lleno de espejos mugrientos que parecían sacados de una pesadilla narcisista, los techos desconchados, y para colmo era interior. Por no hacerle el feo continuamos a su lado a través de la visita guiada, entre horteradas y más espejos varios. En el salón, una rubia de pelo quemado fumaba un pitillo. Tenía los labios manchados de carmín, y en los ojos, más que haberse dado sombra, se había untado a dos manos el betún de los zapatos. Nos miró de arriba a abajo. ¿Y quiénes son estos dos? le dijo al hombre, ignorándonos. Han venido a ver el piso... contestó el otro, un poco atemorizado. Después, nos miró con cara de perro degollado y nos dijo en un susurro, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas: es que nos estamos divorciando...
Sergio y yo nos miramos. Un piso maldito, lo que nos faltaba. Así que muy educadamente, y lo más rápido que pudimos, les dedicamos una de nuestras mejores sonrisas y huímos, parqué a través.
martes, 24 de junio de 2008
Diluidos
Bajo la tela de las largas mangas de sus descoloridas camisetas, sobre la piel que asomaba cuando levantaba un poco el brazo, Olga escondía enigmas: marcados a filo de cuchillo, y ya cicatrizados, se dibujaban galimatías escritos en alfabeto cirílico (Olga era rusa por parte de madre). Cristina solía decir que probablemente se los había hecho en el psiquiátrico, después de intentar suicidarse. Yo simplemente creo que le aburría tanto estudiar en su casa que entre lección y lección, con el cuchillo con que antes había pelado una naranja, se grababa sus canciones preferidas de la Rusia comunista en el antebrazo, para no olvidarse de ellas.
La volví a ver después de terminar la carrera por la calle Preciados. Había pasado todo el año en Boston, y como resultado se había rapado la cabeza al cero y afeitado las cejas. En su lugar se había pintado algo como hojas de hiedra, con henna. Tenía toda la pinta de haber perdido la cabeza, pero en sus ojos resaltaba la belleza inherente a la locura. Me pareció maravillosa.
Hace una semana volvía por Noviciado cuando la ví de nuevo. En la puerta del bar que hay frente a la parada de metro le susurraba a alguien a través del teléfono. Me miró y sonrió, y yo me acerqué a ella. Mientras terminaba de hablar con su interlocutor la observé. La encontré extrañamente normal. Vulgar. Había vuelto a dejarse crecer el pelo, que lo llevaba recogido en una coleta, y las cejas le habían vuelto a crecer. Al colgar me saludó y charlamos durante unos minutos, sobre nada en especial. Se mostraba especialmente interesada por el proceso de Bolonia y estuvo como diez minutos hablando sin parar de ello. Un sopor. Y para colmo sus ojos ya no me decían nada. Me preguntó si me apetecía tomar algo. Le dije que llevaba algo de prisa y no podía. Mentira.
Así que me despedí de ella y marché calle abajo huyendo de la nueva Olga, deseando que al contrario que ella yo no me hubiese diluido y continuase siendo aún el mismo.
jueves, 12 de junio de 2008
Nada malo podía pasarme
Cuando ella ya se había marchado, cuando ella aún no había llegado, retenía el aroma impregnado en su almohada y conciliaba así el sueño, porque si su olor estaba allí, si ella estaba a mi lado, nada malo podía nunca pasarme.
domingo, 8 de junio de 2008
Entrelazados
Frente a nosotros la nada. Nos apoyamos el uno en el otro mientras nuestros cuerpos se desintegran. Enlazamos nuestras manos en unión, mirándonos a los ojos, juntos por siempre. Eternos.
viernes, 6 de junio de 2008
Lo siento
Coge su coche en el garaje y se encamina dirección a la A-42. Todo transcurre con normalidad. Concentra su mirada en la carretera, alternando con el retrovisor y el pálido paisaje que le conduce camino a Castilla la Mancha. Por la radio Foghat se desgañita con Slow Ride. Vira el volante en la incorporación que le queda a la derecha, una curva cerrada, y entonces el coche maniobra de forma extraña. Comienza a dar vueltas de campana. Slooooow ride... take it easyyyyy. El coche queda en medio de la carretera, volcado sobre el capó. Alguien, a su lado (probablemente la causa del accidente), le susurra al oído: lo siento...
Sergio se despierta con la boca seca y empapado en sudor. Se palpa la cara. Todavía la tiene en su sitio. En ese momento suena el radio-despertador, son las seis y media. Y por la radio Foghat se desgañita con Slow Ride.
lunes, 2 de junio de 2008
No es un adios, Nathalie
Admiro las lágrimas que se le derraman por el rostro. Tras ellas se esconde la fuerza de una persona valiente que llora de impotencia. Ce qui ne te détruit pas te rend plus fort; en un intento por consolarla hago con ella lo que a mí tantas veces me ha servido y choco mi hombro contra el suyo. Le arranco una sonrisa; se ilumina su mirada.
Sobre la pista de baile se acerca a mí y me aprieta contra ella: no te vayas, Iván. ¿No entiendes acaso que no importa a donde me vaya? Lo importante, lo que debes aprender de todo este tiempo que hemos pasado juntos, es que por una casualidad tú y yo nos hemos encontrado. No debes estar triste porque me voy, porque me quedo dentro de ti. Porque yo ya formo parte de ti de la misma forma que tú ya formas parte de mí, y mientras eso siga así yo nunca me habré ido.
domingo, 1 de junio de 2008
Sola
Es actriz, ha terminado la función de hoy y ha decidido salir a cenar, sola. Es azafata, su avión terminó el servicio esta noche en Madrid, y se aloja en un hotel del centro. Le ha dejado el novio, y por no quedarse en casa se ha puesto guapa y se ha ido a cenar. Es una enferma mental, todas las noches a la misma hora se sienta en la misma mesa del restaurante y finge que cena leyendo, para hacerse la interesante.
Al rato cierra el libro y pide la cuenta. Bebe café de una taza mientras espera el cambio. Apaga el cigarrillo, que se encendió cuando se le terminó el otro. Se pone el abrigo y, arrastrando una maleta roja, se marcha de allí.
La gente, tras ella, gira la cabeza para mirarla cuando sale por la puerta.
sábado, 31 de mayo de 2008
El último mes
A partir del próximo mes que comienza mañana supongo que escribiré, de nuevo, con mayor asiduidad. Recupero algo que hacía tiempo echaba de menos: tiempo libre. El lunes termina mi contrato en la empresa donde he estado trabajando estos seis últimos meses y he decidido no renovar. De vez en cuando a mi me gusta ser consecuente, y tras todo lo que he dicho del sitio y de la gente que trabaja allí prefiero irme con un ¡bang!, cuando las cosas todavía me van bien por allí, y cerrar este ciclo para empezar otro.
Necesito un cambio de aires.
martes, 13 de mayo de 2008
Orina
Un olor a orín húmedo se coló por mis fosas nasales. Frente a mí, el banco de madera sobre el que estaba sentado el hombre goteaba empapado. Se había hecho pis encima.
Instintivamente se levantó, derramando la orina a lo largo de la pernera de su pantalón, hasta los zapatos. Intentaba cubrirse con el periódico, para disimular así su vergüenza. La gente se arremolinaba a su lado, mirando y cuchicheando. Se apoyaba en la pared de una tienda contigua, arrastrándose por su pared en la huída y marcándola con la humedad de su pantalón.
Deseé poder haberle ayudado. Antes de que llegasen mis amigas el hombre me miró fijamente a los ojos. Los bajó a sus pantalones mojados y de nuevo volvió a mirarme. De entre sus labios escapó una leve voz: lo siento, susurró.
lunes, 28 de abril de 2008
Trilogía
Vuelvo a casa de mi abuela en el metro, desde Arganda. En los asientos que quedan a mi lado se sientan dos chicos y una chica, todos de unos dieciséis años. La chica, entre risas, les cuenta como su novio ha terminado con ella. Me dijo que me quería demasiado. Giro la cabeza y pierdo la vista en el reflejo de los tres contra el cristal, que se solapa con el paisaje desdibujado por la velocidad del tren.
En un banco de Recoletos espero a que llegue Sergio, sentado. Le recibo con una sonrisa. Se sienta a mi lado, y choca su hombro contra el mío. Tengo algo para tí, me dice, y sobre mis manos posa una carta, escrita de su puño y letra. Y la carta dice así:
jueves, 24 de abril de 2008
Maricones
Y es que La palabra tiene la propiedad intrínseca de convertirse en una violenta hostia estampada contra la cara.
sábado, 19 de abril de 2008
Atardecer desde la Concha
Merche y Armando observaban todo esto petrificados y con la boca abierta. ¡¡¡Por favor, sácame de aquí!!! Armando puso el coche en marcha y arrancó. Desde el retrovisor podía ver aún a la peruana agarrada de los pelos de la mujer del carricoche y a la rubia oxigenada tirada en medio del suelo bañando en lágrimas el cuerpo sin vida del caniche.
jueves, 17 de abril de 2008
Charito
Una sombra grisácea de polvo de maquillaje le cubría las cejas hasta casi llegar a la frente. Su mirada estaba enmarcada por una raya asimétrica que dibujaba su contorno, y el lápiz de labios se le desconchaba, manchándole los dientes, que habían adquirido una tonalidad entremezclada de amarillo nicotina y rojo delirio. Las pieles del abrigo de bisón le caían sucias sobre las caderas, de donde asomaba una falda de seda deslucida por el tiempo. Sumando a todo esto los innumerables abalorios que le colgaban de cada una de las extremidades, le daban a la señora un aspecto ciertamente peculiar, con el que, sin reparos, se paseaba de un lado a otro por todo el hospital. Abría las puertas de par en par, con las dos manos, y a ritmo de tacón marchaba rítmicamente por la entrada principal del Gómez Ulla meneando las caderas, a la vez que se encendía un pitillo y mordisqueaba violentamente el filtro del mismo.
La gente con la que se topaba a su paso no daba crédito a Charito: a su extraña pose apoyada en la pared, golpeándola con los tacones, a la mueca de demencia desencajada de su cara, a su mirada perdida.
Cuando sumida en la tristeza y añoranza por un marido militar muerto años atrás empezó a vagar como alma en pena por los pasillos del hospital, Charito intentó cubrir su vacío cubriendo su cuerpo con todo lo de valor que tenía, y poco a poco fue perdiéndose por las entrañas del sanatorio hasta que lo que finalmente se le perdió fue la cabeza.
miércoles, 16 de abril de 2008
La soledad del difunto
Al día siguente, a la misma hora en que entró en mitad de la noche, el chico finalmente murió.
Mientras el médico que estaba de guardia preparaba todos los papeles, decidieron postponer momentáneamente su traslado al mortuorio hasta unas horas después, y se retiró a la sala de las enfermeras, dejándo al rostro inerte del chico cubierto por una de las sábanas de la habitación.
Se encontraba redactando su parte de defunción cuando, de pronto, comenzó a sonar un pitido, y alzando la vista pudo ver que alguien había llamado a través de un pulsador. Alguien desde la misma habitación donde se encontraba el chico que acababa de morir. Decidió no hacer caso y pensar que la alarma estaba estropeada, y ciertamente, tras un rato paró. Siguió redactando. Y de pronto, nuevamente, desde la habitación del chico muerto el pulsador volvió a sonar. Me contó Sergio que se pasó así buena parte de la noche, parando y sonando, y nadie se atrevió a volver a entrar a la habitación, hasta que se hizo de día y el hospital, de nuevo, se había llenado de voces que tapaban la solitaria angustia del pobre muchacho muerto.
jueves, 10 de abril de 2008
Accidente en mitad de la noche
Aquellos días mi abuela andaba un poco enferma, y esa noche en particular se había quedado con ella para hacerle compañía. Insistió en dormir en su cama, las dos juntas, por si necesitaba de su ayuda para algo durante la madrugada, pero mi abuela le dijo que prefería dormir sola.
Con el corazón saliéndosele por la boca se calzó las zapatillas y, a tientas, comenzó a andar por la oscuridad de la habitación dirigida hacia el baño, de donde creyó que había procedido el ruido. Por entre la puerta escapaba una tenue luz, y entornándola lentamente se encontró con el cuerpo de mi abuela inmóvil sobre el suelo. Bajo su cara, estrellada contra el piso, se había formado un charco de sangre.
Mi hermana corrió hacia el teléfono, y marcando casi sin ver los números respondió una voz adormilada: ¡¡mamá, mamá!! La voz permaneció un momento en silencio, intentando identificar al interlocutor. Después tembló contra el auricular: ¡¿qué pasa, hija?!. No era la voz de mi madre. Uy... creo que me he equivocado. Y mi hermana colgó.
Me imagino la cara de horror con que se quedó aquella mujer, atónita y con el teléfono bramándole entre las manos... beep, beep, beep, beep...
martes, 8 de abril de 2008
CD regalado
El autobús se detiene.
Al otro lado del cristal Cristina observa a una pareja de novios paseando de la mano entre risas. Sobre sus piernas cae un CD envuelto en una hoja de papel. Se miran a los ojos. Escúchalo y dime qué te parece. Es mi CD favorito. Las puertas se abren y el chico baja. Volviendo la mirada hacia el CD envuelto sobre su carpeta, Cristina lo toma entre sus manos y lentamente lo desenvuelve. En la cara interna de la hoja un número de teléfono junto a un nombre. Abre la tapa de su reproductor e introduce el CD regalado.
Cristina cierra los ojos y se pierde en la marea de sonidos eléctricos que entran a través de sus oídos.
sábado, 5 de abril de 2008
Labios pintados
Su busto se bamboleaba rítmicamente. De vez en cuando sonreía y mordisqueaba la pintura de sus labios para, nuevamente, llevarse el pitillo a los labios.
Al pasar por su lado me siguió con la mirada. Girándome en el cruce volví la vista y pude verla por última vez. Ella ya me había olvidado, y conversaba alegremente con otro. Gajes del oficio, supongo. Continué mi camino por Montera para llegar a Sol, los dos tras de mí. Él le había arrebatado el cigarro, que aspiraba con violencia, mientras ella, sonriente, continuaba mordiendo el carmín de sus labios.
viernes, 4 de abril de 2008
Procesión hacia el vacío
La chica se enjuaga los ojos, con un pañuelo, mientras él intenta explicarse, rozando su rostro con la yema de los dedos. Ella torea sus caricias. Sus reproches se golpean contra la cara de él. Uno diría que dejan marca, por lo desfigurado de su rostro al atizar las palabras de ella contra su cara. Más lágrimas le brotan de los ojos. Más lágrimas repiten el recorrido de la anterior, la silenciosa procesión hacia el vacío.
jueves, 3 de abril de 2008
Voyeurs de oficina
Y es que tengo unas compañeras en el trabajo, detrás de mí, que se aburren demasiado en su puesto y que, por lo que parece, la única adrenalina que consiguen despertar durante el día, o el alimento de sus sueños húmedos y peores perversiones, les surge cuando, con todo descaro, me miran: a mí y a todo lo que hago.
lunes, 31 de marzo de 2008
Galleria Umberto I, Napoli
Esa fue la primera vez que vi a dos niños ejerciendo la mendicidad. Separados, paraban a cualquiera que se cruzaba por su camino, rogando limosna. La niña arrugaba la cara, encogía los ojos y simulaba el llanto. Por su parte el niño únicamente se sorbía los mocos, que ya se le deslizaban por las comisuras de los labios, y fijaba su negra mirada en los ojos de su objetivo. Curiosamente su observación sincera de las entrañas del otro surtía más efecto que la pantomima de la niña.
Cuando habían conseguido reunir unas cuantas monedas, alegres se acercaban a un hombre que les observaba desde la distancia, leyendo un periódico, y a él le entregaban el botín. Y una vez les daba unas palmaditas en los hombros y les dedicaba una sonrisa chapada en oro, los dos niños de nuevo correteaban bajo el techo de la galería, la niña arrugando la cara y el niño fijando su oscura mirada.
jueves, 27 de marzo de 2008
Esclavos en un circo de Italia
Sobre el frío alambre metálico Anna y Sofía se dibujaban en la distancia como patéticos apéndices de un árbol deshojado. Sus cuerpos cansados se doblaban peligrosamente amenazando caída.
Bajo sus pies el estanque de agua rebosaba pirañas, y a su alrededor los espectadores aguardaban con morbosa vigilancia el desplome de las niñas. Sus padres contemplaban el espectáculo con horror.
Sofía se aferraba con fuerzas a los brazos de su hermana, hincándole con fuerzas las uñas a la carne. Anna intentaba avanzar arrastrando consigo lo que quedaba de la otra. Los pies de Sofía se deslizaban torpemente sobre el hilo de metal, rasgando su piel y goteando aperitivo para los peces, que con el sabor de la sangre se revolvían, devolviendo hacia las niñas su burbujeante violencia.
Cuando hubieron llegado al borde y bajado las escaleras que las conducía de nuevo a suelo firme, ambas niñas, arropadas por sus padres, comenzaron a caminar arrastrando los pies desnudos. Tras de ellas un reguero de pirañas desfilaba en fila india, en macabra procesión, sorbiendo los restos de sangre que, con cada paso de las hermanas, impregnaba el camino.
lunes, 24 de marzo de 2008
Hipocondría en la era de la información
Al otro lado del teléfono me responde Sergio. Cierra ahora mismo internet y deja de googlear cualquier cosa que te sale. No es sano, y eso que tienes en la boca no es más que una llaga.
Frente a mí la pantalla del ordenador parpadea incesante, y sin apenas ofrecer resistencia me ahogo en ella y vuelvo a teclear.
martes, 18 de marzo de 2008
Formas
Tenerle delante, a sabiendas del poco tiempo que ya nos quedaba para disfrutar juntos, acrecentaba el sentimiento de nostalgia. Creo que él también se daba cuenta, porque me estrechaba contra su cuerpo. Yo, sobre su pecho, me concentraba en escuchar latir su corazón. En su aroma y su calor. En la forma de sus dedos y uñas, que me apresaban las manos. Recorrí hacia arriba sus formas. Hasta toparme con sus ojos, siempre escudriñando su alrededor. El baile de sus ojos posándose en todo lo que le rodea, su mirada castaña, que primero observa y después siempre se cae sobre la mía. La forma de sus labios, que se pliega a los bordes. El mechón blanco que le asoma en la coronilla.
Cuando se bajó del coche me giré hacia atrás, y le vi parado en la calle, mirándome. Me fue imposible que no se me formase un nudo en el estómago, y lentamente una lágrima se me escurrió por la mejilla, hasta la boca. Su beso mudo.
miércoles, 12 de marzo de 2008
El abrazo mudo
Éste es el primer recuerdo que guardo de ella.
Ayer, mientras ensimismado me dirigía hacia el metro camino a casa de Sergio me topé con ella. Esta vez a quien apretó con todas sus fuerzas fue a mí, contándome con su abrazo mudo cuanto me había echado de menos. Y yo a tí.
Es curioso como puedes reencontrarte con alguien, después de tanto tiempo, y sin embargo sentir una victoria al correr del tiempo, como si este, con respecto a esa determinada persona, en un momento fijo hubiese quedado paralizado.
lunes, 10 de marzo de 2008
Lo que me contó mi abuela
También que se marchó de su pueblo tras la guerra (sus recuerdos más vividos de entonces son las noches en el jardín, mirando hacia el cielo cuando las sirenas sonaban anunciando bombardeo; la rendición y ocupación de su casa por el ejército nacional, por ser sobrina de un concejal socialista, y los intentos de violación a las otras chicas de la casa por parte de los soldados moros), buscando en Madrid la prosperidad que la posguerra le había negado allí donde nació. Y que lo que encontró fue una habitación compartida con sus tíos en Vallecas y un trabajo como costurera para una congregación de monjas que, horrorizadas por no estar bautizada, la obligaron no sólo a esto sino también a recibir la primera comunión. Todo de una vez.
Que a mi abuelo le conoció en la boda de unos amigos, y aunque al principio no le gustaba terminó por salir (y casarse) con él. Él siempre se caracterizó por su cobardía: la que demostró al salir huyendo de la Casa de Campo al escuchar las metrallas de los nacionales acercándose, al casarse aún no queriendo a mi abuela (pese que finalmente ella sí se había enamorado de él), y al morir por la cobardía de no ir al médico para que le diagnosticase el dolor que le oprimía el pecho.
Mi abuela tomó el gesto absurdo de caer en depresión al morir él (y entrar en detalles sobre su complicada relación me llevaría una nueva entrada completa) .
Me contó que el día que se casó mi madre, con veintiún años, ella se encerró en uno de los lavatorios y vomitó hasta que se le nubló la vista. Y que cuando mi madre le dijo que se casaba con un hombre catorce años mayor que ella la cogió de los pelos y la dijo que la iba a matar. Y que de eso era de lo único que se acordaba cuando el amargo de sus jugos intestinales provocaban el llanto de sus ojos secos.
Que pasaba las noches en vela, con mi hermana y conmigo en brazos esperando a que volviese ella de madrugada del trabajo, y que cuando mi madre aparecía yo daba palmas y estiraba los brazos para que mi madre me besase. Que a la primera persona que llamé mamá no fue a mi madre, sino a ella, y halagada, a la par que avergonzada, se propuso el corregirnos a mi hermana y a mí para que mi madre no pensase que intentaba ocupar su lugar.
Que desde que estoy a su lado se siente algo menos vacía y que los ratos que los dos pasamos juntos en su casa la hacen sentirse más activa. Que es así, no estando sola, como se siente más viva y como todos sus recuerdos, a través del recipiente en que yo me convertí, toman forma y permanecen en forma de entrada escrita.
sábado, 8 de marzo de 2008
Corina se despide de R y rompe con su madre
Yo le digo siempre a Corina que R para ella es como la droga, y tiene que desengancharse. Lo que necesita Corina es un proyecto hombre de las relaciones, porque la pobre lo ha intentado todo (conocer a otros, volverse célibe, escarcear con el rollo-bollo...) pero le vuelve a ver y... ¡zas! recaída otra vez.
A mí todo esto me da mucha rabia porque Corina es una de mis personas preferidas y se merece a alguien que la quiera, para quien sea la primera en todo y no un reemplazo o un receptáculo de sus avances sexorgásmicos. Así que cuando pienso en R me meto en mi papel, provoco mi furia y empiezo a despotricar.
La última semana que ví a Corina hacía ya dos meses que no se veía con R, y poco a poco iba recuperando la normalidad de su vida. Después de navidades, Corina fue a casa de la madre de R porque ésta tenía un regalo para ella. ¿Qué tal vas de amores? le preguntó la madre de R. Bueno... he tenido una relación con un chico... pero he decidido terminar con ella porque yo no quiero ser el segundo plato de nadie, ¿sabes? Le respondió Corina. Al ir a salir por la puerta, una vez ya se hubo despedido de ella, la madre la cogió por el hombro y le dijo: Espero que después de todo nos sigamos viendo. Corina no pudo resistir el brillo acuoso de sus ojos. Por supuesto que sí. Porque en algunos casos es más fácil darle carpetazo al amante que romper con una suegra.
miércoles, 5 de marzo de 2008
Contacto ajeno
Algo rozó mis dedos. La mujer, creyendo que era la mano de su marido, agarró la mía. Y yo se la sostuve, en un anónimo momento de complicidad. Una total extraña necesitaba del tacto de alguien (en realidad no de alguien cualquiera, de su pareja-marido-novio), pero en ese momento a mí no me importo actuar de reemplazo.
Un rato después, imagino que por el contacto de la piel ajena, la mujer se dió cuenta, me soltó y posó su mano sobre la cadera del hombre, me miró de reojo y después alejó la vista.
Yo sin embargo esbocé una sonrisa. El contacto de su piel me hizo sentirme por un momento afortunado.
jueves, 28 de febrero de 2008
¿Somos diferentes? (papel de arroz)
Hace unos años...
No decir palabras y guardárselas muy dentro, cuando se siente que ya es poco lo que merece la pena. Miras por la ventana reposando tus ojos sobre los tejados, mientras la lluvia golpea con fuerza sobre tu rostro. Al otro lado, él espera mojado bajo una parada de autobús. La gente le empuja mientras pasa por su lado, casi sin percatarse de su presencia.
Las lágrimas no siempre caen hacia afuera.
Has memorizado cada uno de sus trazos, y sobre papel de arroz los practicas en orden para nunca olvidarlos. Horizontal-vertical-curvado-y hacia el centro. Nunca imaginaste que cuatro movimientos pudiesen colmarte tanto. Tiene los ojos cerrados, y siente el cosquilleo de tus dedos trazando sus rasgos. Horizontal-vertical-curvado-y hacia el centro.
Nunca te ha contado que se duerme a tu lado aspirando el aroma de tu cabello.
Con la mano, evitas que la lluvia arruine lo que juntos habéis creado. Te vales de la suya, más grande y fuerte. El apoyo de tu mano alrededor de su muñeca impide que la suya desfallezca.
Vuestro imperio de papel de arroz se mantiene a salvo.
Ahora...
Pero quizás en el fondo sí lo somos... Tal vez el tenernos el uno al otro nos ha cambiado irremediablemente (sí, lo ha hecho). A lo mejor es verdad que no es nada fácil llegar a un nivel de compromiso y comprensión como el que nosotros tenemos.
Por eso hay veces en que me odio tanto. Porque aunque erguido es frágil, y un simple chasquido de dedos (de mis dedos, siempre que meto la pata) podría hacer que todo esto se desmoronase. Que nuestro imperio de papel de arroz se fuese al traste.
lunes, 25 de febrero de 2008
Hansel&Gretel V.2008
martes, 19 de febrero de 2008
2ºB
Lugar de autos: Instituto de Educación Secundaria de Torrelodones.
Curso escogido: 2º de E.S.O.
Al llegar allí me encuentro de pronto al otro lado: intercambiando cafés y risas con las/los profesores/as titulares y suplentes del departamento de lengua inglesa. Al otro lado porque hasta no hace mucho la única forma que tenía para poder entrar en un departamento de educación secundaria era, como mucho, para reclamar un exámen o para preguntar dudas. Buen rollo generalizado, e incluso las profesoras me echaban piropos. Uyyyy... yo que tú de los bachilleratos pasaba, porque allí las niñas están como perras salidas y en cuanto vean aparecer a un chico jovencito, moderno y guapete como tú... entraran en celo. Me decían unas. De 3º y 4º de la E.S.O. ni hablar, no están tan salidorras como las de bachiller, pero desde hace poco tiempo menstruan y también están a la que salta. Vamos, terror total. Así que como dije antes decidí decantarme por 2º de la E.S.O. pues con 12 años, según lo que yo recordaba, no podía más que esperarme un remanso de calma en el caos que de por sí ya es un instituto. Craso error. Eso que se dice generalmente, y que suena a tópico, de que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte es cien por cien verídico; yo doy fé de ello.
¿A o B?
Decidí pasarme por las dos y así después decidir cuáles serían mis sujetos de estudio para redactar mi memoria... (parte también fundamental para aprobar el C.A.P.) Y me tope con la cruda realidad de 2ºB (la peor clase de su promoción según el claustro de profesores). Me recibió a la entrada una púber (¿con doce años ya son púberes?) con sonrisa metalizada. Llamémosla... Vane. Ya me habían puesto en preaviso sobre ella. Ya verás la Vane, la reconocerás por su tanga y su melena al viento. Yo me senté atrás del todo, y observé como la clase destruía sin piedad a la pobre profesora, que no hacía más que acumular negativo tras negativo contra cada uno de ellos en su PDA. Y Vane mientras se giraba, me miraba, sonreía, me preguntaba dudas... hasta que la chica que tenía a su lado, llamémosla Yoli, le metió un empujon y le dijo que era una ZORRA. Así, en letras grandes, porque la palabra retumbó por toda la clase, y comenzaron a pelearse. No sé cómo de pronto llovían bolas de papel por todo el aula, un niño le tiraba a otro un hula-hop, otro pintarrajeaba la pizarra, la profesora se desgañitaba en la pizarra, y la Yoli le gritaba a la Vane que era una zorra que lo único que le gustaba era comer pollas.
Ni que decir tiene que tras esa hora en que las puertas del Averno se abrieron ante mí decidí quedarme con la clase de 2ºA.
[1] El C.A.P., o Curso de Aptitud Pedagógica, es una suerte de cursillo que se da con el fin de obtener el título que te capacite para poder ser (¿?, más bien ejercer, y a veces ni tan siquiera eso) profesor en la Educación Secundaria Obligatoria y Bachilleratos.
lunes, 18 de febrero de 2008
Se me escapan las horas
De vez en cuando, una noche a la semana, se me agota la batería y caigo rendido sobre mi cama. Y me prometo una y otra vez que dejaré que fluyan las horas mientras yo dormito en la absoluta oscuridad de mi cuarto. A la noche, de nuevo, vuelvo a aferrarme al minutero del reloj, y con ojos como platos observo detenidamente el pasar de las horas y mi oportunidad de, a la mañana siguiente, despertarme lúcido y lozano.
Sin embargo, cuando despierto, y consciente de que estoy hipotecando mi tiempo, no puedo evitar más que pensar que a diario se me escapan las horas.
viernes, 15 de febrero de 2008
Compañeros de gafas
Decidí finalmente no ir con él, sino con mi hermana, otra experta en el querer y tener gafas. Dos años antes ella empezó con la misma pamplina que yo, y había conseguido que por lo menos se las pusieran para leer y ver de lejos. Así que nos fuímos a la calle Goya, y allí, entre bisones y pendientes de perlas, me hice un exámen optométrico. Aunque a veces las letritas que ponían frente a mí se me desdibujaban (a cualquiera se le desdibuja una letra de dos centímetros escrita a cuatro metros de distancia, que era la que había más o menos desde la lente por la que yo miraba y la pared donde colgaban las letras), en ocasiones finjía el no leerlas bien, o el confundirme en sus formas.
La óptica (una chica con gafas, por cierto), me dijo que ni siquiera tenía vista cansada, que no las necesitaba. Imagináos la decepción. Me sentía como si me hubiesen denegado la entrada en un selecto club. Me fuí con mi hermana de allí con el alma en los pies, y una vez en la calle ella se puso sus gafas para leer el plano de metro y yo a su lado, mirándola, no pude más que sentir anhelo.
miércoles, 13 de febrero de 2008
X1 y X2
Aún nos dura el susto.
lunes, 11 de febrero de 2008
Kino International
sábado, 9 de febrero de 2008
Coreanas evangelizadoras
Acababa de salir de clase, a las 14:30, y en la estación de metro de Ciudad Universitaria me disponía a coger el metro para volver a casa cuando hacia mí se acercó una chica oriental. Yo siempre intento ayudar a todos los extranjeros que en el metro, perdidos, se acercan a mí (uno no sabe lo bien que sienta que te ayuden en tierras ajenas hasta que sales a otro país y te encuentras totalmente perdido...), y con esta chica hice lo propio. Con una sonrisa me miró fijamente y me dijo: ¿te puedo hacer una pregunta? y yo claro, le dije que por supuesto que sí. ¿Querría saber como llegar hasta avenida de América? ¿o bien por donde quedaba la facultad de matemáticas? ¿tú crees en Jesucristo? Me quedé pálido. Y lo primero que me salió por la boca fue un rotundo NO. Así, en mayúsculas y negrita. ¿Y por qué? me preguntó ella. Pues porque no, le respondí yo. ¿Tú has leído la biblia? volvió a preguntarme ella. Sí, sí la leí, estudié en un colegio de monjas... pero no me gusta, contesté. Pero... ¿por qué? si en la biblia están las respuestas a todo, me aseguró ella. No las que yo busco..., respondí yo. Bueno, verás, es que yo quería invitarte a leer la biblia conmigo y con unos amigos, en nuestra casa... Al girarme ví que otra chica oriental se acercaba hacia nosotros, y ya sí que comencé a asustarme. Una encerrona. Yo soy coreana, y he venido aquí a España a evangelizar... Las dos coreanas me miraban sonrientes frente a frente. Y fue entonces cuando sentí el impulso de terminar tan absurda conversación y escapar. Perdón, es que no me interesa lo que me estás contando, y es que además tengo que irme... Así que me giré y salí corriendo escaleras mecánicas abajo hacia el andén. Imagino que las dos se quedarían ahí arriba, buscando otros indefensos estudiantes ateos a los que invitar a su ágape evangelico.
martes, 5 de febrero de 2008
Semejanzas entre diferentes
sábado, 2 de febrero de 2008
Lluvia de monedas
miércoles, 30 de enero de 2008
Falta de hipo
Esporádicamente, y cada mucho tiempo, de vez en cuando tengo un hipo. Pero sólo uno, como recuerdo del que se fue para no volver.
La abuela de Nath dice que el hipo en los jóvenes es para crecer, y en los mayores anuncia la muerte. Y en sus sabias palabras debo entonces reconocer el hecho de que debo alegrarme por no tener hipo.
domingo, 27 de enero de 2008
Caperucita Roja v.2008
miércoles, 23 de enero de 2008
El espacio exterior
En un momento dado, mientras le resumía los pormenores del helado astro, Álex me preguntó que qué era el cielo. Y yo le dije que el cielo era el universo. Cuando las luces del día se apagan y miramos al horizonte desde nuestra ventana, es la inmensidad del espacio exterior lo que observamos.
Álex se encogió de hombros y me dijo que qué pequeños somos. Sonreí y asentí, tan pequeños como una gota de lluvia perdida en un océano.
lunes, 21 de enero de 2008
Derechos de imagen
Unas semanas después le llego una carta al buzón, con su cara también en el sello. Una citación judicial. Según pudo saber a través de sus abogados, le habían denunciado por uso inapropiado de de propiedad intelectual privada sobre la que él no tenía ningún derecho, es decir, su propio rostro. Puedo comprobar entonces que alguien ajeno a él lo había registrado.
Y en el juicio la razón se le dió a la compañía, pues al preguntársele al hombre que si él, en algún momento, había patentado la exclusividad de su semblante, tuvo que decir que no, y todos los derechos sobre el mismo se los quedó la sociedad anónima que sí los había registrado en toda su peculiaridad palmo a palmo.
A partir de ese momento no sólo comenzó a verse por todas partes con más frecuencia, sino que por cada vez que se miraba en el espejo, ya fuese para afeitarse, lavarse los dientes o reventarse un grano, se le sustraía una cierta cantidad de su cuenta bancaria que iba a parar a las arcas de la entidad denunciante, dejándole no mucho tiempo después en total bancarrota (pues era inevitable el no observarse aunque fuese sobre un charco en un día de lluvia...).
Poco antes de morir por hambre pudo verse a sí mismo observándose desde la pared, pues la mirada inquisitiva de sus propios ojos fueron los que le sentenciaron a muerte, y la sonrisa de su retrato el mazo sancionador de tan funesta condena.
viernes, 18 de enero de 2008
Té al melocotón
Cuando llego las dos me están esperando con una sonrisa, y me reciben con una taza de té al melocotón sobre mi mesa.
miércoles, 16 de enero de 2008
Los peligros de la DS
lunes, 14 de enero de 2008
Dormir con Sergio
Aunque como siempre, todo positivo tiene su contrario, y en este caso son las patadas, sus conversaciones entre sueños (ininteligibles, pues no son más que balbuceos, pero con la calidad sonora suficiente como para despertarme...), o las veces que, bajo una pesadilla, sus bruscos movimientos y voces me despiertan (y juro que esto es cierto, como aquella vez en que rompió violentamente mi sueño porque según él su cuerpo estaba siendo invadido por una horda de arañas).
Aún así yo olvido lo segundo, y cada noche que vuelvo es buscando lo primero, la calidez de sus abrazos y sus caricias despertándome a la mañana siguiente.
jueves, 10 de enero de 2008
Paz, pelota, regalo y superhéroe
El cuento que Álex se inventó era tal que así:
Érase una vez un pueblo donde había mucha paz, pero de vez en cuando venían unos malos. El superhéroe del pueblo, al que le gustaba mucho jugar, quería tener una pelota con la que poder entretenerse, pero como no tenía ninguna y su cumpleaños estaba cercano su abuela decidió regalarle una, así que desde entonces se dedicaba a derrotar a los malos dándoles pelotazos en la cabeza y dejándoles inconscientes. ¡Y tan sólo tenía siete años!
¡Como podéis ver el pequeño Álex es todo un escritor de best-sellers en potencia! :)
miércoles, 9 de enero de 2008
75 años
El edificio, además, sirvió literalmente como campo de batalla durante la Guerra Civil (de hecho si entráis por la cafetería aún pueden verse marcas de bala en las paredes), y quedó semiderruído (algo parecido a lo que ocurrió con la faculta de Medicina). Toda una pena que los de la UCM estén demasiado ocupados despilfarrando el dinero en monerías y no en restaurar edificios históricos del campus (porque la verdad que a la pobre facultad, ahora llamada "A", la tienen bastante abandonada...).
En fin, que todo lo anterior viene a que hoy me acerqué con Sergio para recoger al fin mi título de licenciado y para devolver unos libros atrasados, y nos encontramos con una exposición en el hall donde cuentan esto y mucho más, ilustrado con varias fotografías de la época. Yo ya lo sabía, pero lo que tenemos es una joya olvidada y un edificio que, si se le sacase el partido que tuvo antaño, podría volver a lucir como es debido y no como una burla ridícula (que es en lo que se ha convertido hoy en día tal y como se encuentra) de lo que fue.
martes, 8 de enero de 2008
El mensaje de Orwell
For whom, it suddenly occurred to him to wonder, was he writing this diary? For the future, for the unborn. His mind hovered for a moment round the doubtful date on the page (April 4th, 1984), and then fetched up with a bump against the Newspeak word 'doublethink'. For the first time the magnitude of what he had undertaken came home to him. How could you communicate with the Future? It was of its nature impossible. Either the future would resemble the present, in which case it would not listen to him: or it would be different from it, and his predicament would be meaningless.
(Nineteen Eighty-Four, p.9)
Nuestro presente (su futuro) ¿es igual o diferente al narrado por Orwell? ¿es una mezcla de ambas cosas? Y es aquí donde radica mi interés por la obra. Para mí, entender la raíz del totalitarismo expuesto por Orwell significa no desoír su mensaje, no hacer que su aviso se convierta en un sinsentido, para de este modo contradecir la afirmación del propio autor de que es imposible contactar con el futuro, pues hasta aquí, hasta 2008, su mensaje al menos a mí (y a otros tantos) ha llegado. Y es cuando el pasado se funde con el futuro cuando es posible cambiar el presente.
lunes, 7 de enero de 2008
Move on!
jueves, 3 de enero de 2008
Oscuro
¿Cuanto tiempo había estado sin sentido? Cuatro, cinco horas... el tiempo se desdibujaba a la vez que caía en cuenta de que estaba perdiendo sangre por la cabeza. Me llevé la mano al bolsillo encontrando allí un pañuelo. Suficiente para cortar la hemorragia.
En ese mismo instante me percaté de que me encontraba en absoluta tiniebla. ¿Me había quedado ciego debido al golpe? Deslicé los dedos frente a mi cara, percibiendo un sutil movimiento. Conservaba la visión.
Me incorporé como pude. Un latigazo de dolor me recorrió las piernas y el tronco. No sólo me había lastimado la cabeza. El resto de mi cuerpo no se hallaba en mejores condiciones.
¿Pero qué había ocurrido? Intenté retroceder en el tiempo a través de mis recuerdos. La cena en el salón, el baile. Una chica rubia me sonreía. Me encontraba algo mareado por el alcohol y decidí retirarme a descansar. Y entonces ésta oscuridad. No llegaba a comprender nada de lo que me estaba pasando.
Me giré, y al levantar la vista observé un resplandor azulado. Fue al acercarme cuando comprendí todo. Delante de mis ojos, y a través de la escotilla de mi camarote, frente a mí se desdibujaba la inmensidad del océano. Mi tumba.
miércoles, 2 de enero de 2008
Miedo a morir
Me da miedo, finalmente, desvanecerme de la crónica del mundo (¿no es la supervivencia indefinida e infinita el fin último de todo ser vivo?). Me da miedo no trascender, y que, como escribió un sabio guionista dando voz a un androide herido, no ser más que "lágrimas en la lluvia".
Felíz 2008.
:)